CAMINO

Sin aparente rumbo emprendí el camino, había una extraña belleza desértica en aquel sendero. Los árboles como vigilantes esqueléticos se erguían creando un pasillo que transmitía ser milimétricamente recto, aunque no me cabía duda de que algo así sería imposible de forma natural.

El sol brillaba como nunca pero sorprendentemente no tenía la más mínima sensación de calor, a pesar de no correr ni un atisbo de brisa.

Tras un par de horas caminando, me sorprendió que ni el camino ni el paisaje habían cambiado lo mas mínimo, aunque ya me había acostumbrado a ello hacía rato, reconozco que el sendero con su vertiginosa rectitud comenzaba a irritarme.

Me invadía la misma sensación que tienes cuando caminas en círculos por el bosque, cuando todo el paisaje te suena demasiado. Pero en este caso era imposible, el camino no me permitia desviarme ni un milímetro. Los enormes olmos secos que me acompañaban todo el paseo parecían meticulosamente plantados a diez pasos exactamente los unos de los otros.

Mientras iba dándole vueltas a estas observaciones en mi cabeza después de no sé si dos o tres horas de paseo, mi atención cayó sobre el punto de fuga al final del camino. Al final casi en el horizonte podía identificar una forma que parecía estar en medio del sendero, tenía uno tono verdoso pero aún estaba demasiado lejos como para definir su contorno. Bueno al menos parecía tener un nuevo objetivo en este monótono paseo.

Otro detalle que me resultaba de lo más curioso era que durante varias horas no había visto ni oído ningún pájaro. Yo estaba acostumbrado a su sonido de fondo continuo ya que en los árboles del jardín de mi casa anidan un buen puñado de gorriones y me resulta muy acogedor su continuo parloteo, por eso creo que me incomodaba un poco este silencio. Silencio que se interrumpía cada varios metros por el frenético zumbido provocado por distintas nubes de moscas que revoloteaban en mitad de distintos tramos del camino, estos asquerosos bichillos eran los únicos seres vivos que me acompañaban en esta caminata.

En cierto punto del trayecto, antes de llegar a mi aun desconcertante destino, me detuve por completo. Era uno de esos olmos secos, podía ver un brote de una nueva rama a la altura de mis ojos, la tierra de este parecía ser la única que por algún motivo tenía cierto grado de humedad. No sé qué tenía ese pequeño trazo de vida que me mantuvo absorto durante un buen rato, no sabría decir si fueron unos pocos minutos o algo más de una hora. Quedé observando los nervios de sus dos hojas, y la ramita verdosa que se incrustaba en el tosco tronco casi grisáceo. Llegó un momento que de tanto observar la hoja casi creía poder ver sus pequeñas células, ojalá hubiese llevado algo para dibujar, este insignificante momento me parecía absolutamente inspirador.

Al rato emprendí de nuevo mi paseo con una cierta pena, como cuando te encuentras un perro en la calle que te sigue pero que en cierto punto del camino tienes que despedirte de él.

Ya podía distinguir con toda seguridad la silueta del misterioso objeto, se trataba con toda seguridad de un árbol pero estaba más lejos de lo que parecía ya que este era gigantesco. Diría que era un olmo también pero, jamás había visto uno de ese tamaño, tenía una frondosidad exagerada, necesitaba acercarme mas.Dos horas después de continuar caminando estaba a los pies de este descomunal árbol, era muchísimo más gigante de lo que parecía a lo lejos, tenía unas hermosas ramas retorcidas, algunas superaban sin exagerar el ancho de un coche. También poseía unas robustas raíces que parecían incrustarse en el suelo hasta el mismo centro de la tierra, no sabría decir cuantos metros podría medir de alto ya que me era imposible ver el final de su copa. Comencé a caminar para rodearlo, no llevo reloj, pero calculo que tardé unos diez minutos en darle toda la vuelta, era impresionante.

La tierra que lo rodeaba estaba humedad y el aire estaba impregnado del aroma característico del bosque justo después de una lluvia, había pequeños insectos correteando entre las piedrecitas y las malas hierbas que rodeaban a este gigante leñoso. Era fascinante el contraste entre el desértico y eterno paseo con respecto a este majestuoso oasis.

Cuando terminé de dar la vuelta al tronco ocurrió los más desconcertante que me ha pasado jamás. El sendero kilométrico por el que había llegado, con la hilera de árboles secos, no estaba. Le di durante media hora varias vueltas al gigante, pero no había ni rastro del camino.

Completamente desconcertado y agotado me senté entre las raíces a descansar un poco. El ambiente era muy relajante, casi se me había olvidado la extraña desaparición del sendero, de repente empezó a soplar una suave brisa muy agradable y mientras reposaba sorprendentemente cómodo entre las enormes raíces, poco a poco me fui quedando dormido mientras empezaba a sonar a mi alrededor un festivo canturreo de pájaros.

BRIZNA

Era un día cálido pero se estaba bien.

Al estar sentados sobre la manta en aquel extenso prado el ambiente se sentía mas fresco.

El viento soplaba suave y luego fuerte, como las olas del mar, que primero te empujan y después reducen su intensidad, hasta que sientes como la corriente tira de ti para crear otra nueva ola y entonces vuelves a sentir su impulso con mayor fuerza.

A lo lejos podíamos ver como esas pequeñas corrientes sacudían la hierba y se creaban hermosas hondas hipnóticas. Sentía que me mecían como si estuviese flotando sobre un mar verde.

Me recosté de lado y comencé a arañar con mi mano el manto terroso mientras observaba con mas detenimiento aquel ecosistema que se encontraba bajo nosotros.

Cada brizna de hierba brotaba mientras a sus pies pasaban infinidad de diminutas criaturas de distintas especies, transportando alimento o simplemente interactuando.

Me sorprendió aquella paz con la que todos esos seres absolutamente distintos convivían protegidos bajo la sombra de aquellas insignificantes briznas, que juntas formaban un infinito aunque igualmente insignificante universo.

Impulsivamente arranqué de raíz un trozo de pasto y observé como todas los pequeños insectos que por ahí danzaban aceleraban su paso y sus rutas se volvían caóticas. Inmediatamente sentí una cierta pena y una extraña sensación de culpa.

No solo acababa segar la vida de aquella pequeña planta si no que había alterado la paz de aquel diminuto entorno.

Dejé caer aquel trozo inerte sobre el césped y me quedé contemplando el cielo.

A los pocos minutos me di cuenta de que esto era mucho mas aburrido, ya que no había pájaros ni tan si quiera una nube. Normalmente cuando este está totalmente despejado la gente dice que hay un cielo precioso. Siempre he pensado que con nubes es mucho más interesante. Es como estos cuadros contemporáneos que consisten en un lienzo de un único color homogéneo y suave. No despiertan en mí ningún tipo de interés. Nunca he sido muy minimalista.

Volví mi vista al barroco entorno lleno de vida en el que hacía tan solo unos minutos había interrumpido abruptamente con mi impulso destructor.

El mismo sitio donde había dejado caer aquella brizna de hierba y donde hasta hacía nada reinaba el caos acababa de recuperar la calma.

Aquellas pequeñas criaturashabían integrado en su ruta el cadáver de aquel trocito de pasto mas rápido de lo que me imaginaba.

Tonto de mí, por haber dado tanta importancia a una única brizna de hierba, como si todo el peso del mundo recayera sobre ella, como si su desaparición determinase algún tipo de cambio en las vidas que la rodean.

Tonto de mí, por pensar que aquella pequeña acción podía ser de alguna forma significativa para aquel infinito aunque insignificante universo.

Tonto de mí, por pensar que como aquel trozo de pasto yo cargaba sobre mis hombros el bienestar de los seres que me rodean.

Tonto de mí, por pensar que formar parte de un todo es lo mismo que ser de alguna manera responsable de todo lo que ocurre a mi alrededor.

Qué alivio ser solo una brizna de hierba, prescindible pero necesaria, infinita pero insignificante.

PASTOR

Abro los ojos, me encuentro de pie, rígido como parte de una hilera, miro a mi izquierda y a miderecha no soy el único, no estoy solo. Al otro lado del plano vislumbro entre la densa nieblaotra fila, somos idénticos es cierto que hay algo diferente, pero nos siento iguales.

No tengo claro por qué están aquí, por qué estamos aquí. Les grito, pero no me gritan los miro, pero no sé si me miran.

De repente suena un “clic” metálico que parece venir de todas partes, mi compañero de la izquierda da dos pasos al frente. Vuelve a sonar y su homónimo desigual del otro lado lo imita.

Quedan enfrentados, mirándose, o eso creo.

De nuevo “clic”, nadie parece moverse, pero escucho algo tras de mi, de repente una sombra me oscurece y cae ante mis ojos un hermoso caballo, recuerdo que de niño mi tío tenía uno y a veces dábamos largos paseos, sin duda este un hermoso ejemplar, no tiene una gran altura, su cabeza es ancha y su quijada pronunciada, su cuello y grupa musculosos, dorso robusto y corto, extremidades robustas y crines pobladas y abundantes, parece quedarse congelado al posarse tras su repentino salto.

“Clic” otro de ellos avanza en un paso que parece no tener ninguna otra intención.

“Clic” una esbelta y escalofriante figura se desliza rápidamente desde mi espalda cruzando por mi izquierda, se detiene en mitad de la explanada fría, desafiante, no consigo verle la cara. No parece querer hacerme daño o quizás no me haya visto. Mi pecho retumba con cada palpitación todo parece extrañamente tranquilo, demasiado.

Me parece haber oído otra vez ese “clic” pero no lo tengo claro me laten los oídos, por algún motivo esta fría calma me horroriza, parece no ocurrir nada, pero entonces una idéntica figura se desplaza desde el otro lado en un veloz movimiento contrario, quedando enfrentada a la anterior, están a varios metros, pero definitivamente se están observando.

Vuelvo a escucharlo esta vez muy claro, “clic”, nadie más parece extrañarse por este sonido, tampoco se les ve preocupados, aunque no sabría describir sus expresiones.

Mi aturullada reflexión se interrumpe para dejar paso de nuevo a un rítmico sonido de cascos, esta vez más lejano que el anterior. A mi izquierda puedo ver un elegante salto de al menos dos metros. Hacía años que no veía algo así, de niño veía a veces a mi tío competir en salto y su caballo árabe siempre era el mejor, con su elegante y característica cola alta como si de un plumero se tratase, este es extrañamente parecido, me trae buenos recuerdos, un sentimiento cálido y familiar inunda mi pensamiento, pero igual que el otro al caer su majestuosidad parece helarse en una elegante posición de reposo.

“Clic”, otro de ellos da dos pasos hacia delante enfrentándose valientemente a la esbelta figura que pasó por mi lado hace tan solo unos momentos, esta muy cerca pero esta parece ni si quiera inmutarse por su insignificante presencia.

“Clic”, el petiso que llevaba quieto descansando en su pata izquierda trasera todo este tiempo delante de mí de buenas a primeras avanza en un violento galope en dirección al que primero rompió la fila de los otros, parece que va a saltarlo, pero…- ¡JODER!- Grito de repente rompiendo aquel sepulcral silencio.

Acaba de aplastar su cráneo contra la tierra, y no para de pisarlo, intento ir corriendo en su ayuda, pero no puedo no soy capaz, tengo fango hasta las rodillas.

Esto es horrible está destrozando su cuerpo con sus pezuñas a tan solo medio metro de mi compañero que lo estaba enfrentando y ni tan si quiera parece inmutarse.

– ¡¿PERO QUE COJONES ESTA PASANDO?¡ – El macabro corcel parece volver a detenerse en una elegante postura sobre el cadáver de aquel pobre diablo.

– ¡TENGO QUE SALIR DE AQUÍ, NECESITO SALIR DE AQUI!- Le grito a mi compañero de la derecha, mientras lo zarandeo violentamente, pero, parece no oírme, mira al frente en silencio y sereno, como si no estuviera viendo lo que acaba de ocurrir o como si esto fuera normal, no sé qué me horroriza más.

“Clic” un escalofrió estremece mi cuerpo. Entonces la gallarda figura que se encontraba sobre aquel fangoso llano, aquella que había salido del otro lado, se mueve casi levitando en mi dirección, giro mi cuerpo por primera vez, todo lo que el dichoso barro me permite. No quiero ver lo que esta a punto de ocurrir.

¿Quiénes son estos que están tras de mi? ¿Han estado aquí todo este rato? Ni tan si quiera les he oído respirar. Es entonces cuando la veo, es preciosa, tiene una melena dorada recogida y una cristalina mirada verde, deseo que me mire solo un instante. Está serena con los ojos clavados en aquel nebuloso horizonte.

¡JODER ELLA NO…! ELLA NO¡ La condenada figura que había echado a correr hacia mí, la que había olvidado en cuestión de milésimas de segundo al quedarme hipnotizado mirándola, acaba de rajarle el cuello a un metro de mi… a solo un metro de mi.

Cae a plomo a mis pies, tumbada en el lodo parece mirarme a los ojos, pero ya no hay nada, su cuerpo empieza a hundirse en el fango ahora teñido de un intenso color rojo.

Miro hacia arriba y le grito al borde de un ataque de ansiedad, – ¡TU, ASESINO, TODOS SON TESTIGOS DE LO QUE ACABAS DE HACER, ESTO NO VA A QUEDAR ASI, PRONTO VENDRÁN A DETENERTE ¡ –

No parece importarle, o tal vez no me oiga tampoco. Vuelvo a girarme con el rostro y las lágrimas llenas de sangre, no me da miedo darle la espalda, ya no temo a lo que pase, solo quiero que pase ya y poder salir de este infernal pantano de alguna forma.

A nadie parece importarle lo que acaba de pasar ni tampoco lo de aquel caballo.

Empiezo a hiperventilar y a gritar, pero entonces, “clic”.

Creo que empiezo a entender lo que esta pasando, ¿es esto alguna especie de guerra? ¿Por qué? ¿Qué hago yo aquí?

Recuerdo que de niño cuando pasaba las tardes con mi tío veía con él películas ambientadas en violentas guerras del pasado. A mi nunca me llegaron a gustar, es cierto que tenían algo hipnótico, algo que te hacia quedarte sentado frente al televisor. Pero aquellas batallas eran distintas, la gente huía no se quedaban quietos esperando su ejecución, gritaban lloraban se defendían, esto es diferente.

De repente la otra presencia esbelta que aun reposaba en medio del lodazal se desplaza ágilmente y se pierde entre la niebla de aquel tétrico horizonte de la misma forma que el asesino que permanecía silencioso tras de mi y que acababa de arrebatarle la vida a la mujer mas hermosa que jamás había visto.

Y de nuevo ese maldito “clic” pero esta vez apenas dos segundos después con cierta celeridad oigo otro “clic” y aquel caballo árabe que reposaba inmóvil rompe en un majestuoso galope como si aquel lodo no le fuese un obstáculo, perdiendose también en aquel nebuloso horizonte.

De pronto por primera vez en demasiado tiempo, oigo una voz que no es la mía que hace retumbar y estremecerse todo lo que me rodea.

-Jaque mate.


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